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martes, 26 de diciembre de 2023

 




                      Polémicas en torno al uso de las tecnologías de la                         información y comunicación en las aulas               


1)La escuela en la era de la IA


           


 ( Artículo de Erica Twain, Infobae, 24/7/2023)




Comentario personal : La primera característica  me parece fundamental : "Se basa en la indagación más que en la respuesta". Este es un cambio sustantivo respecto a la enseñanza tradicional. Se trataría de buscar soluciones   a los distintos problemas  e interrogantes con las distintas herramientas de IA existentes en la Red en lugar de aprenderse de memoria determinados resultados.


Los problemas para llevar a término este nuevo tipo de enseñanza son múltiples y complejos de solucionar. Adjunto , a modo de ejemplo , un reciente Informe de la Unesco reacio a la introducción de las nuevas tecnologías informáticas en el aula por los resultados obtenidos hasta ahora en múltiples países, así como la polémica existente ahora mismo (Diciembre 2023) en España sobre sí o no al uso de los móviles en las aulas.


Es cierto que no solo los estudiantes sino también los adultos tenemos problemas con el uso adecuado de las nuevas tecnologías informáticas. La solución es muy compleja pero de hecho estas tecnologías se están utilizando porque aportan muchas ventajas. Posiblemente en el ámbito educativo no tengamos otra opción . Es una tarea de todos, de las empresas del sector informático educativo, de los profesores, de los padres ,de las administraciones educativas...

Pero lo que parece cierto es que la IA ha llegado para quedarse y que puede ser una tecnología que puede ayudar a la humanidad a resolver los múltiples problemas que tenemos ( la enseñanza es uno de ellos) o todo lo contrario. Esperemos y trabajemos por la primera opción.







2)Informe de la Unesco :


"El uso de tecnología en las aulas y en el hogar entorpece el aprendizaje"


            (Carina Farreras, La Vanguardia ,28/7/2023).  



            






3)Manifiesto a favor de las TIC en las aulas (España , diciembre 2023)



Manifiesto a favor del uso de las TIC

y el desarrollo de la competencia digital en las aulas

"Recientemente, en los medios de comunicación y las redes sociales ha surgido un movimiento reaccionario en contra del uso de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) con fines educativos. Sus partidarios proponen desterrar la tecnología digital de las escuelas, sin importar los beneficios que esta puede aportar en los procesos de enseñanza y aprendizaje, y olvidando el deber de los centros educativos de educar en el uso adecuado, eficaz y responsable de una tecnología omnipresente en la sociedad actual y de promover el desarrollo de la competencia digital de estudiantes y docentes, competencia básica en el desarrollo de la ciudadanía actual.

Si bien la introducción de las TIC en las escuelas debe realizarse por medio de una planificación adecuada, que tenga en cuenta los objetivos de aprendizaje y las habilidades de los alumnos en cada etapa, que contemple los cambios metodológicos  oportunos, y que priorice las estrategias y aquellas herramientas y aplicaciones que realmente aportarán valor añadido a los procesos de enseñanza-aprendizaje, las personas firmantes de este manifiesto, investigadores y docentes en diversas áreas de las ciencias de la educación, coincidimos en que sugerir que las escuelas prescindan de la tecnología digital constituye una posición extrema que no responde a motivos fundamentados y que puede suponer un retroceso muy grave para la educación..."











El problema es muy complejo pero el tema es tan importante que toda la sociedad debe implicarse en las soluciones más adecuadas a estas polémicas








domingo, 17 de diciembre de 2023

 



MÉTODO SINGAPUR 


(Enseñando matemáticas a los niños)


Bloques  base 10  





La Matemática es un campo de conocimiento con grandes problemas didácticos. Muchísimos alumnos son incapaces de seguir las explicaciones del profesor. Es urgente encontrar nuevas metodologías didácticas que hagan esta asignatura comprensible e incluso apetecible de estudiar. Los " bloques base diez" puede se un instrumento muy útil para acercar las matemáticas a los niños. Se suele aconsejar que se usen estos bloques con el enfoque C-P-A, presentando  los contenidos en este orden :

                1º :   C, concreto: con apoyo en los materiales ,

2º :   P, pictórico: con una reproducción visual de la información , por ejemplo con             dibujos y
3º:   A, abstracto: utilizando números y símbolos, en último término.



    Además del uso de los "bloques base diez" , en las clases de Matemáticas  se deberían tener en cuenta otros muchos  aspectos didácticos . Por ejemplo , es muy importante promover el papel activo de los alumnos : que participen, que interactúen, que busquen soluciones nuevas , que discutan...

    El uso de estos bloques es uno de los muchos instrumentos que se utilizan en la  "revolución" en la metodología de la didáctica de las Matemáticas a los niños llevada a cabo en Singapur con gran éxito. 
    En este vídeo se analizan los componentes fundamentales  del llamado "método Singapur":

                                           






    Presento algunos vídeos que pueden ayudar a usar esta metodología . Animo a padres y especialmente a profesores a hacerlo. Lo más conveniente en un centro es que se aplicara esta metodología por consenso de todos los profesores de matemáticas.En el caso de que la usen padres y no se use en el colegio , convendría simultanear la metodología de bloques base 10 y la metodología tradicional para que los niños asimilen ambas .


                           


    En este vídeo que explica a padres y profesores cómo usar el material base 10








     Unidades y decenas representadas con bloques base 10








    Resta





     

           Multiplicación usando bloques






    ·    


    División














    Pedro Ramos, profesor del Departamento de Física y Matemáticas
     de la Universidad de Alcalá de Henares









    domingo, 24 de septiembre de 2023



    SUMMERHILL hoy




    Artículo de Paula Rosas, BBC Mundo, 20 de Julio 2023

    Leer artículo completo

     

          Algunos de los contenidos del artículo


    "Fundado en 1921 por el educador escocés Alexander Sutherland Neill, Summerhill se basa en la premisa de “freedom but not licence” (libertad pero no licencia), una filosofía que, 100 años después, muchos siguen considerando un experimento radical: los niños deben tener libertad para hacer lo que deseen siempre y cuando no interfiera en la de los demás. Esto incluye la libertad de aprender lo que quieran, cuando quieran y como quieran.


    Junto a varios edificios anexos para dormitorios y talleres, el colegio se extiende en casi cinco hectáreas de jardines y zona boscosa en la región de Suffolk, en el este de Inglaterra.


    Salvo los más pequeños, todos conviven en régimen de internado. Cuesta entre 10.000 y 23.000 libras (US$12.700-29.250) al año, una cifra que excluye a muchas familias pero que es bastante menor  que la de muchos internados británicos.


    Actualmente, más de un tercio de los niños son estudiantes extranjeros, que vienen de países como China, Japón, Polonia o Alemania.


    Aquí no se sigue el currículum nacional ni se divide a los chicos en cursos como en las escuelas británicas convencionales. Tampoco hay exámenes, aunque sí se prepara a los alumnos de 15 y 16 años que lo desean para las pruebas del Certificado General de Educación Secundaria (GCSE, por sus siglas en inglés), unos títulos necesarios en Reino Unido para continuar en la educación superior.

    Cuando los estudiantes llegan a los 12 o 13 años, un orientador les ayuda a materializar el camino que deberán emprender una vez que abandonen Summerhill.

    Si un niño quiere ser, por ejemplo, científico espacial cuando sea mayor, nos aseguramos de que les damos todas las opciones y las bases para que puedan seguir ese camino. “


    A diferencia de otros métodos pedagógicos alternativos, como el Montessori o el Waldorf, en Summerhill la enseñanza en el aula es, de alguna forma, convencional.

    Cuando deciden por fin aprender e ir a clase, lo hacen con motivación, con entusiasmo, y no necesitan que el profesor se lo haga fácil o se lo ponga bonito. De hecho, hemos tenido el caso de algún profesor que ha venido con algún método alternativo y los niños le han dicho: ¿puedes simplemente enseñarnos?”, cuenta el subdirector, que también es nieto del fundador.


    Para el gran público, es posible que Summerhill no sea tan conocido como otros renombrados internados británicos como, por ejemplo, Eaton. Ni tan distinto, cabría añadir. Pero la apuesta de A. S. Neill (1883-1973) ha tenido una gran influencia en las pedagogías conocidas como “libres”, especialmente en las décadas de 1960 y 1970, y en los modelos de escuela democrática, de la que Summerhill es pionera.


    Pero los inspectores de Educación británicos no siempre han estado de acuerdo con esa visión. El colegio estuvo a punto de tener que cerrar en 1999, cuando la inspección estatal quiso forzar a la escuela a que las clases fueran obligatorias. También decían que la escuela debía tener baños separados para chicos y chicas.

    El caso llegó a los tribunales. Medido con el mismo patrón de una escuela convencional, Summerhill era un desastre. Pero el colegio consiguió convencer a los jueces para que las inspecciones se hicieran teniendo en cuenta los valores y filosofía propios de la escuela. Desde entonces, no han tenido más problemas.

                                                                                

                                          

    Benji ha llegado recientemente al colegio y está feliz.

           "Lo que más me gusta es que no te fuerzan a aprender", dice.

    Mi abuelo creía que era importante crear una escuela que se ajustara a los niños, en lugar de hacer que los niños se ajustaran a la escuela. Él creía que los niños tenían derecho a tener una infancia plena y feliz”, señala Henry Readhead, nieto del fundador y actual Subdirector de la Escuela.

    Según esta filosofía, explica el subdirector, es importante liberar a los niños de las expectativas que les impone la educación convencional, los padres o la sociedad “para que puedan seguir sus propias motivaciones, sean autónomos y tomen sus decisiones sobre la comunidad en la que viven y sobre la educación que reciben”.


    Algunos, sin embargo, ven problemas en la idea de que los niños decidan su propio currículum y estudien solo aquello que les gusta. Es difícil que sepan si algo les gusta si no se han visto expuestos a ello, “ y a menudo hay cosas que no nos gustan porque no hemos tenido éxito en ellas, más que por otra cosa”, le dice a BBC Mundo Nigel Fancourt, profesor de Educación y Valores en la Universidad de Oxford. Según el académico, hay ciertas cosas que debemos saber, nos gusten o no. “Necesitamos también aprender a lograr hacer las cosas que no se nos hacen fáciles”, dice.


    La asamblea

    Son las tres de la tarde y es hora de la asamblea, el pilar sobre el que se sustenta el modelo de convivencia de Summerhill. Aquí la voz de todos tiene el mismo peso: el voto de un niño de 5 años vale lo mismo que el de la directora.

    La asamblea es el tribunal de la escuela, donde todos son jueces. Allí es donde se va a solicitar permiso para, por ejemplo, pasar un fin de semana en casa de un pariente o para saltar en la cama elástica con una amiga, como pide hoy una niña de unos 12 años (solo los más pequeños pueden hacerlo en grupo por seguridad). La asamblea es también ante quien se lleva una riña con un compañero, o donde se deciden los planes para la próxima fiesta del colegio."


    Aquí queremos celebrar la infancia como un período esencial para los seres humanos”, resume Readhead, “y esto no es solo una idea de A. S. Neill, es una idea para la humanidad”.




    sábado, 27 de mayo de 2023

     


    Resiliencia en la educación y en la vida

    Jesús C. Guillén

    16 de mayo

    Escuela con cerebro


    Todo se le puede arrebatar a un hombre excepto una cosa, la última de las libertades humanas: elegir nuestra actitud ante cualquier circunstancia, elegir nuestro propio camino.

    Víctor frankl

    Tradicionalmente, la resiliencia se ha definido cono la capacidad que tenemos para soportar la frustración y para superar las adversidades que nos plantea la vida saliendo fortalecidos de ellas (Métais et al. 2022). O como dice Boris Cyrulnik, un prestigioso neurólogo y psiquiatra que huyó de un campo de concentración nazi a los seis años de edad y que popularizó el término, la resiliencia es “Iniciar un nuevo desarrollo después de un trauma” (ver video).

    La resiliencia consiste en un aprendizaje que puede darse durante toda la vida y, más allá de los condicionamientos genéticos y las particularidades de cada persona, todos podemos aprender a ser resilientes.

    El cerebro resiliente

    Investigaciones recientes han comenzado a identificar los mecanismos ambientales, genéticos, epigenéticos y neurales que subyacen a la resiliencia, y han demostrado que la resiliencia está mediada por cambios adaptativos en varios circuitos neurales que involucran numerosos neurotransmisores y vías moleculares. Las alteraciones en sus funciones determinan la variabilidad individual en la resiliencia al estrés. Todos experimentamos sucesos estresantes durante la vida. En algunos casos, el estrés agudo o crónico conduce a la depresión y otros trastornos psiquiátricos, pero la mayoría de las personas son resistentes a tales efectos.

    Nuestro cerebro está conformado por redes neurales dinámicas que pueden reorganizarse a través de los mecanismos de neuroplasticidad que constituyen el sustrato de la resiliencia. Por ejemplo, las personas resilientes muestran una mayor activación de la corteza prefrontal ventromedial y un incremento en la conectividad (más sustancia blanca) con regiones del sistema límbico, como la amígdala y el hipocampo. Estas conexiones son importantes para afrontar la adversidad, controlar la ansiedad y el miedo y, en general, para la gestión emocional (Pascual-Leone y Bartres-Faz, 2021). Recordemos que la corteza prefrontal es crítica para el buen funcionamiento ejecutivo de nuestro cerebro, la amígdala interviene en el procesamiento emocional y el hipocampo es imprescindible para el almacenamiento de la memoria explícita. En concreto, la corteza prefrontal ventromedial interviene en la toma de decisiones con contenido emocional.

    Los estudios con neuroimágenes han identificado regiones del cerebro que muestran patrones específicos de actividad y conectividad antes, durante y tras la exposición de estímulos estresantes que pueden predecir la forma de afrontar las situaciones adversas (Roeckner et al., 2021; ver figura 1).

    Figura 1. Los factores de resiliencia previos al trauma incluyen, entre otros, un mayor volumen y activación de la corteza prefrontal ventromedial (vmPFC) e hipocampo, y una menor activación de la amígdala y la parte dorsal de la corteza cingulada anterior (dACC). En el transcurso de la recuperación, la reactividad funcional en la amígdala, la ínsula y la dACC disminuyen o regresan a los niveles previos al trauma. La conectividad entre la amígdala y la vmPFC, la ínsula o el tálamo también vuelven a los niveles de referencia. Los aumentos estructurales en las regiones frontales y el tálamo también están relacionados con la recuperación, junto a una mayor activación de regiones que intervienen en la gestión emocional, como la vmPFC y el hipocampo (Roeckner et al., 2021).

    La capacidad funcional de las estructuras cerebrales que están involucradas en los circuitos integrados que afectan a los estados emocionales determina la resistencia al estrés y, a su vez, se refleja en la psicología de la persona (Feder, 2009). Sin embargo, no se comprende completamente cómo los factores neurobiológicos y psicosociales se influyen mutuamente para producir la resiliencia. Se cree que un funcionamiento más adaptativo del miedo, la recompensa, la regulación de las emociones o los circuitos del comportamiento social subyace en la capacidad de un individuo resistente para enfrentar los miedos, experimentar emociones positivas, buscar formas positivas de replantear eventos estresantes y obtener beneficios de las amistades que le apoyan. Por lo tanto, la resiliencia es un proceso activo, no solo la ausencia de patología, y puede promoverse potenciando los factores protectores.

    La resiliencia es también un factor crucial en la salud, en el bienestar individual y comunitario y, tal como analizaremos luego, como habilidad puede ser influenciada a través de la educación (Ungar et al., 2014).

    Resiliencia en la educación

    La resiliencia suele conceptualizarse como un factor o rasgo relativamente estable, como un proceso o procesos que se ponen en práctica ante la adversidad, o como un resultado (Troy et al., 2023). Seguramente todo influya y la resiliencia se manifieste como un continuo que se presenta de forma particular en las diferentes situaciones que tengamos que afrontar en la vida cotidiana (ver figura 2). En la práctica, más allá de los condicionamientos genéticos que pueden afectar parcialmente (rasgo biológico o de personalidad), la resiliencia también es una habilidad que puede entrenarse a través de intervenciones educativas y cambiar con el tiempo en función del desarrollo y la interacción con el entorno.

    Figura 2. Enfoque conceptual de la resiliencia psicológica (Troy et al., 2023). Las dos líneas representan dos trayectorias prototípicas: la verde que conduce a una salud psicológica mejor de lo esperado (resiliencia) y la roja que conduce a una salud psicológica peor de lo esperado (ausencia de resiliencia). El eje x representa el tiempo relativo al inicio de la adversidad, indicando antes y después de la adversidad. El eje y representa la salud psicológica (es decir, la resiliencia). Los fondos en verde y rojo indican que las personas pertenecen a un continuo de resiliencia en lugar de a tipos discretos. El fondo gris indica la compensación gradual de la exposición a la adversidad.

    Tal como nos confirmó la pandemia, las frustraciones son inevitables, pero hay que aprender a superarlas. Por eso, desde la perspectiva educativa, cultivar la resiliencia en el alumnado se nos antoja un aprendizaje esencial. Cualquier oportunidad, en cualquier etapa educativa y en cualquier materia, es válida para impulsar este proceso. Las personas con mayor resiliencia tendrán más facilidades para superar las dificultades y aprender de los errores y ello beneficiará su aprendizaje.  En este sentido, un metanálisis de 49 estudios diferentes sugiere que el uso de intervenciones universales centradas en la resiliencia es más prometedor en la reducción a corto plazo de los síntomas depresivos y de ansiedad en niños y adolescentes, especialmente si se utiliza un enfoque basado en la terapia cognitivo-conductual (Dray et al., 2017). En concreto, los programas que se centran en promover la resiliencia y las habilidades de afrontamiento tienen un impacto positivo en la capacidad de los estudiantes para manejar los factores estresantes diarios (Fenwick-Smith et al., 2018)

    Una educación orientada a mejorar la resiliencia es flexible, presta más atención a las virtudes del estudiante, genera un entorno en el que se siente respetado, apoyado y querido, fomenta su autonomía y crea un marco creativo en el que se asume con naturalidad el error y en el que el humor es valorado. Sin olvidar el papel destacado de la familia, que establece normas y límites adecuados (Grané y Forés, 2020; ver video). Tal como mencionamos antes, debemos entender la resiliencia como un proceso dinámico de adaptación que puede ser entrenado, es decir, todos podemos aprender a ser más resilientes, más allá de los condicionantes individuales vinculados a situaciones personales, familiares, sociales o profesionales, por ejemplo.

    Asumiendo que la gestión de la crisis ha de adaptarse a las circunstancias y posibilidades propias de la persona, a continuación, analizamos algunas características concretas (personales y sociales), muchas directamente relacionados entre sí, que pueden ayudarnos a fortalecer la resiliencia, lo cual es imprescindible en la escuela y en la vida (ver, por ejemplo, Chmitorz et al., 2018; Dahl et al., 2020; Feder et al., 2009; Wu et al., 2013).

    Optimismo

    Ya hace algunos años, los estudios de Martin Seligman demostraron que el problema básico que subyace en la depresión de muchos niños y en su bajo rendimiento radica en el pesimismo. Las creencias que los propios niños tenían sobre la permanencia de los acontecimientos negativos, junto con la aparición de adversidades en sus vidas, representaban factores significativos de riesgo para sufrir una depresión y el consiguiente fracaso académico.

    Las emociones positivas nos ayudan a combatir el estrés (a través de las vías mesolímbicas de la dopamina) recuperándonos antes de las adversidades. Y están asociadas a una mejor salud global (Alexander et al., 2021). Las personas optimistas (nos referimos a un optimismo realista) utilizan más estrategias proactivas, muestran un mayor bienestar subjetivo y tienden a generar conexiones sociales más amplias y satisfactorias que las personas pesimistas (Carver et al., 2010). Todo ello tiene un gran impacto en el desarrollo de la resiliencia.

    El “optimismo aprendido” que nos permite reconocer y reinterpretar los pensamientos negativos (ver apartado siguiente) está vinculado al desarrollo de la flexibilidad cognitiva, una función ejecutiva básica que se trabaja en el contexto del aula cuando, por ejemplo, utilizamos analogías y metáforas, planteamos problemas abiertos, permitimos diferentes opciones para la toma de decisiones o asumimos con naturalidad el error en el proceso de aprendizaje.

    Reevaluación cognitiva

    La reevaluación cognitiva nos permite replantear o reformular aquello que desencadena una experiencia emocional, y reaccionar en función de esa nueva interpretación. Primero analizamos lo que desencadena esa experiencia emocional y luego buscamos una nueva forma de verla. Es clave identificar los errores en el pensamiento que dan lugar a creencias limitantes, cuestionarlos y combatir la evitación de situaciones problemáticas que provocaron los sentimientos anteriores. Esto ayuda a diferenciar entre las causas internas de las externas.

    Las personas resilientes utilizan esta técnica mejor o con más frecuencia. Pensemos, por ejemplo, en un estudiante que suspende una asignatura. Puede interpretar que no es inteligente y que no podrá aprobar la materia en el futuro. En lugar de considerar el error como consistente y representativo del trabajo que hace, la reevaluación cognitiva le enseña a contemplar la posibilidad de haber cometido el error porque ha dormido mal esa noche, porque tuvo un mal día o, simplemente, porque todos cometemos errores. Este tipo de entrenamiento que hace participar directamente a la corteza prefrontal da como resultado un incremento de la inhibición prefrontal sobre la amígdala (Buhle et al., 2014), que es un patrón de actividad cerebral característico de la resiliencia.

    Estrategias proactivas

    Aun cuando es imposible evitar completamente el futuro, podemos anticiparlo y cambiarlo. Enfrentar los miedos promueve estrategias activas de afrontamiento, como la planificación y la resolución de problemas, funciones ejecutivas de orden superior que contribuyen a una mayor resiliencia (Ellis et al., 2017). Pensemos, por ejemplo, en la presentación oral de un trabajo que colma de inseguridad al estudiante. Si visualiza una gran variedad de posibles objeciones que se le pueden plantear podrá planificar una exposición bien estructurada que le ayude a combatir su inseguridad.

    Se ha demostrado que la exposición cotidiana a agentes estresantes leves en la infancia mejora nuestra capacidad futura para regular las emociones y nos concede una resiliencia que podemos aprovechar durante toda la vida. Sin embargo, la exposición a un estrés extremo o prolongado produce el efecto contrario: induce la hiperactividad del eje HHA (eje hipotalámico-hipofisario-adrenal) y una vulnerabilidad de por vida al estrés (Dhabhar, 2014). Las personas resilientes no sufren más, sino que gestionan su dolor de forma constructiva. Afrontan el estrés y buscan una salida a la situación de manera activa. En el caso de la resiliencia ocurre algo parecido a lo que pasa con el sistema inmunitario, debemos estar expuestos a los ataques para desarrollar la resistencia necesaria.

    Ejercicio físico

    En los últimos años se han producido grandes avances en la comprensión de los mecanismos moleculares y celulares responsables de la incidencia positiva del ejercicio físico (que puede verse como una forma de afrontamiento activo) sobre el cerebro. En concreto, los niveles de la molécula BDNF (factor neurotrófico derivado del cerebro) aumentan con la actividad física y esta proteína es muy importante porque mejora la plasticidad sináptica, aumenta la neurogénesis en el hipocampo e incrementa la vascularización cerebral. Pues bien, el cerebro de las personas resilientes produce más BDNF, mientras que los pacientes depresivos presentan menores niveles de BDNF en sangre que las personas sanas. Un número creciente de estudios han demostrado que el ejercicio no solo recupera o minimiza los déficits cognitivos al inducir una mejor neuroplasticidad y reserva cognitiva, sino que también contrarresta la patología cerebral (Arida y Teixeira-Machado, 2021; ver figura 3).

    En general, las personas que llevan un estilo de vida activo y saludable (importante también la alimentación) son más resilientes, combaten mejor el estrés, tienen mejor humor e incrementan las posibilidades para establecer buenas relaciones con otras personas. En la práctica, salir a correr unos minutos puede producir los mismos efectos que una pequeña dosis de los fármacos Concerta o Prozac, pero provocando un mayor equilibrio entre neurotransmisores y, por supuesto, de forma más natural y saludable.

    Figura 3. El ejercicio influye positivamente en la reserva cognitiva a través de múltiples vías, protegiendo contra las consecuencias de eventos estresantes, mejorando la salud y reduciendo el riesgo de enfermedades crónicas (Arida y Teixeira-Machado, 2021).

    Relaciones sociales

    El vínculo y las habilidades sociales promueven la resiliencia en la infancia y la adultez. Los estudios con neuroimágenes han revelado que durante la cooperación se activan regiones del sistema de recompensa cerebral, como el núcleo accumbens, o la corteza prefrontal ventromedial (Gangopadhyay et al., 2021).

    La liberación de dopamina refuerza el deseo de continuar la interacción, y ello genera más altruismo y permite aplazar la recompensa de los participantes que cooperan en los estudios. Este vínculo entre lo social y lo emocional se ha identificado en las personas más resilientes pues, en promedio, son más empáticas y muestran actitudes más prosociales y altruistas. Cuando compartimos con los demás estimulamos la liberación de la hormona oxitocina en el hipotálamo que reduce la respuesta del sistema nervioso simpático al estrés, entre otros múltiples beneficios  (Insel, 2010).

    En general, la superación de una adversidad requiere el encuentro con una persona significativa. Nuestro cerebro es social y la promoción de la resiliencia es una tarea colectiva. Y qué mejor forma de hacerlo que mediante el aprendizaje-servicio (ApS), una propuesta educativa que consiste en aprender haciendo un servicio a la comunidad.

    Por otra parte, el aislamiento social no deseado es un gran factor de estrés, perjudicando el funcionamiento adecuado de regiones como la corteza prefrontal y la amígdala que regulan el eje HHA. El apoyo social es importante para cultivar la resiliencia y puede ayudar a combatir la depresión (Cano et al., 2020; ver figura 4).

    Figura 4. El apoyo social actúa como moderador en la asociación entre la resiliencia y los síntomas depresivos (Cano et al., 2020).

    Humor

    Cuando somos capaces de relativizar las situaciones con sentido del humor, mejora nuestro bienestar. Aunque es difícil demostrar que el humor tiene beneficios terapéuticos, sí podemos afirmar que mejora la resiliencia de las personas y ayuda a disfrutar más de la vida. Según el investigador Stefan Vanistendael, especializado en el estudio de la resiliencia, “el humor es la capacidad de conservar la sonrisa ante la adversidad”. Seguramente, el humor se desarrolló como un mecanismo de regulación emocional necesario para afrontar unas relaciones sociales cada vez más complejas. Pero lo que está claro es que las personas que contrarrestan el estrés con humor obtienen beneficios físicos, cognitivos y emocionales, y que, cuando sonreímos, nos sentimos bien porque activamos el sistema de recompensa cerebral (Vrticka et al ., 2013)

    En un interesante estudio en el que participaron adolescentes se comprobaron los beneficios socioemocionales del humor, facilitando el vínculo con amigos y familiares y siendo un factor protector en situaciones de riesgo sociales (Cameron et al., 2010). En lo referente a la etapa de educación infantil, también se han identificado los beneficios de la dimensión social del humor. Estudiantes de tres años se reían ocho veces más en compañía que solos cuando veían unos dibujos animados (Addyman et al., 2018).

    Consciencia

    La práctica continuada del mindfulness nos ayuda a debilitar la cadena de pensamientos que nos mantiene obsesionados sobre un contratiempo y hace que esta obsesión remita. Los estudios con neuroimágenes han demostrado que el mindfulness refuerza las conexiones entre la corteza prefrontal y la amígdala facilitando los recursos mentales para parar la espiral de pensamientos negativos generados (“He vuelto a suspender”, “No se me dan bien las matemáticas”, “No podré ir a la universidad”) que pueden aparecer ante la adversidad (Tang, Hölzel y Posner, 2015; ver figura 5).

    Intervenciones específicas basadas en el mindfulness mejoran la resiliencia de estudiantes -incluso universitarios- y les ayudan a combatir el estrés generado por los exámenes (Galante et al., 2018). La evaluación de programas de aprendizaje socioemocional como MindUp en los que cada unidad incorpora prácticas de mindfulness en la infancia, ha demostrado una mejora de la capacidad cognitiva de los estudiantes, que va acompañada de otra no menos importante asociada a habilidades socioemocionales como el autocontrol, la respuesta al estrés, la empatía o las relaciones entre compañeros (Bockmann y Yu, 2023). Todo ello es básico en el desarrollo de la resiliencia.

    Figura 5. Regiones del cerebro implicadas en el mindfulness que intervienen en el control de la atención (la corteza cingulada anterior y el cuerpo estriado), la regulación emocional (múltiples regiones prefrontales, regiones límbicas y el cuerpo estriado) y la autoconciencia (la ínsula, la corteza prefrontal medial, la corteza cingulada posterior y el precúneo).

    Propósito

    La sensación de propósito y de sentido de la vida permite a las personas afrontar más adecuadamente los retos cotidianos, reformulándolos de una forma que favorece la recuperación.  A su vez, una mayor capacidad para recuperarse de eventos negativos puede permitirnos lograr o mantener un sentimiento de mayor propósito en la vida a lo largo del tiempo (Schaefer et al., 2013). Las personas resilientes poseen un “sentido de coherencia”, una característica psicológica que define una orientación vital básica que permite encontrar un sentido a lo que se vive. Las personas con un sentido de coherencia hallan una explicación para la crisis o los avatares del destino y creen que poseen suficientes recursos (personales, sociales, económicos, etc.) para afrontarlos y superarlos utilizándolos de forma más eficiente.  Junto a esto, la investigación indica que es muy importante que el propósito personal trascienda: los planes vitales orientados a ayudar a otras personas tienen un impacto más beneficioso sobre la salud que los dirigidos a uno mismo (Van Den Broeck et al., 2019).

    Stefan Vanistendael creó La Casita de la Resiliencia, un modelo cualitativo de elementos de resiliencia como la aceptación de la persona, la búsqueda de sentido o el humor constructivo (ver figura 6). Se trata de una pequeña casa con varios pisos y habitaciones que hacen referencia a posibles campos de intervención para la construcción o mantenimiento de la resiliencia. Por un lado, se buscan cosas generalizables (cada habitación de la casita) y, por otra parte, se han de personalizar las intervenciones (lo que se hace dentro de la habitación). La Casita puede utilizarse como un instrumento de trabajo que puede adaptarse a las necesidades específicas de cada estudiante.

    Figura 6. La Casita de la Resiliencia de Vanistendael (2018).

    La escuela que se impregna de esperanza, alegría, altruismo o creatividad repercute positivamente en el proceso de formación de personas íntegras y felices. Anna Forés y Jordi Grané lo resumen muy bien: “La resiliencia es más que resistir, es también aprender a vivir”. Una puerta abierta a la esperanza que huye de determinismos y que posibilita el cambio. No somos responsables de los problemas que nos surgen, pero sí de cómo los afrontamos.

    Jesús C. Guillén


    Referencias:

      1. Addyman, C. et al. (2018). Facilitación social de la risa y la sonrisa en niños preescolares. Fronteras en Psicología , 1048.

      2. Alejandro, R. et al. (2021). La neurociencia de las emociones positivas y el afecto: Implicaciones para cultivar la felicidad y el bienestar. Revisiones de neurociencia y biocomportamiento ,  121 , 220-249.

      3. Arida, RM, y Teixeira-Machado, L. (2021). La contribución del ejercicio físico a la resiliencia cerebral. Fronteras en la neurociencia del comportamiento , 279.

      4. Bockmann, JO, y Yu, SY (2023). Uso de intervenciones basadas en la atención plena para apoyar la autorregulación en niños pequeños: una revisión de la literatura. Revista de educación de la primera infancia ,  51 (4), 693-703.

      5. Buhle, JT et al. (2014). Reevaluación cognitiva de la emoción: un metanálisis de estudios de neuroimagen humana. Corteza cerebral ,  24 (11), 2981-2990.

      6. Cameron, EL et al. (2010). Los jóvenes resilientes usan el humor para mejorar el funcionamiento socioemocional durante un día en la vida. Revista de Investigación de Adolescentes ,  25 (5), 716-742.

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