¿Por qué
China tiene el mejor y el peor sistema educativo del mundo?
Presento un artículo de José
Antonio Marina publicado en "El Confidencial "(5/1/2016)
. Ante los éxitos de los colegios de Shangái en los resultados de
las pruebas PISA muchos nos preguntamos qué está pasando en la educación
china . J. Antonio Marina nos lo explica de una manera clara. Su análisis nos
lleva a una valoración contradictoria que es muy importante debatir.
“Este es el título de
un libro publicado por Yong Zhao, experto en educación, profesor
de la Universidad de Oregón, nacido y educado en China: 'Who's Afraid of
the Big Bad Dragon: Why China Has the Best (and Worst) Education System in the
World'. Según él, “la educación en China ahoga la creatividad,
extingue la curiosidad, asfixia al individuo, arruina la salud de los
jóvenes, amarga a los estudiantes y a sus familias, corrompe a profesores y
directivos, y perpetúa la injusticia y la desigualdad”. Sin embargo, sus
estudiantes obtienen las mejores calificaciones en PISA.
Esta es la razón por la que menciono aquí
este libro. Seguimos hablando de que Finlandia ocupa el primer lugar
en el 'ranking' de sistemas educativos, pero cuando se incluyen en él los
países orientales, no es así. Según el último PISA, en matemáticas el orden era
Shanghái, Singapur, Hong-Kong, Taiwán, Corea del Sur, Macao, Japón,
Liechtensein, Suiza, Países Bajos, Estonia y Finlandia. También en
ciencias y en comprensión lectora las primeras plazas están ocupadas por países
asiáticos. Todos ellos siguen el modelo educativo chino, basado en la
repetición y la memoria. Esta disparidad entre lo que consideramos “mala
pedagogía” y los buenos resultados, constituye lo que se ha denominado “la
paradoja china”, que ha sido estudiada, entre otros, por John
Biggs en 'The chinese Learner' y 'Teaching the chinese Learner'.
El éxito de la escuela china hizo decir al
actual secretario de Estado de Educación norteamericano -Arne Duncan- que
vivíamos un “momento Sputnik”, recordando que cuando la URSS lanzó su primer
satélite, Estados Unidos sufrió la penosa experiencia de sentirse
tecnológicamente superado, y se pusieron a trabajar frenéticamente para
recuperar el liderazgo. Tras los resultados de China en PISA, muchas voces
animan a copiar su sistema. En Estados Unidos tuvo un gran éxito
el libro 'The Battle Hymn of the Tiger Mother', escrito por Amy
Chua, una profesional de prestigio norteamericana de procedencia china, donde
cuenta cómo educó a sus dos hijas como una “madre china”, decepcionada por la
permisiva educación americana.
Zhao advierte contra lo que considera
que sería un tremendo error: “China representa una peligrosa
amenaza (…). Si, abandonando sus propias tradiciones, los países
occidentales adoptan el modelo educativo chino, posiblemente subirán de rango
en las pruebas internacionales, pero perderán todo aquello que les ha llevado a
la modernidad: creatividad, espíritu de empresa y una genuina diversidad de
aptitudes”.
Un hecho como éste nos fuerza a revisar las
pruebas PISA y a otra cosa aún más fundamental: evaluar atentamente los métodos
educativos que estamos empleando. Es cierto que el aprendizaje puramente
memorístico tiene mala fama, pero olvidar que la repetición es un medio
indispensable para aprender con profundidad es un disparate. He leído estos
días el libro de Daniel Doyle 'The Talent Code'. El autor ha visitado
una serie de instituciones que tienen extraordinario éxito educativo, que son
verdaderas “factorías de talento”: un destartalado club de tenis en Moscú
que en los tres años anteriores ha producido mas jugadoras del 'Top 20' que el
conjunto de Estados Unidos; una escuela en San Mateo (California) que en cuatro
años ha transformado una escuela tradicionalmente retrasada en matemáticas en
el 96% de éxito. Una academia de esquí en Vermont que en los últimos 40 años ha
producido 50 campeones olímpicos. Le ha sorprendido ver la importancia que todas
esas instituciones dan al entrenamiento repetitivo. ¿Estaremos olvidando algo?
El objetivo de este artículo no es
contestar a esta pregunta, sino insistir en la idea de que los sistemas
educativos no pueden estar en manos de aficionados o de ideólogos.
Una nación necesita estar al corriente de lo que se hace en otros países,
sopesar las evidencias, estar dispuesta a cambiar sus creencias educativas si
resultan equivocadas, tener claro lo que quiere conseguir y explicárselo bien a
los ciudadanos. Les pondré un ejemplo. Los currículos españoles son
largos y caóticos. Cada Comunidad Autónoma puede determinar un porcentaje de la
programación. El 45% las que tengan lengua cooficial y el 35% las que no lo
tengan. Si creemos en que la educación tiene una base científica, parece
lógico que la elección de los contenidos tenga que justificarse con gran rigor.
Nunca he visto que esto se haga. Por esa razón, en el 'Libro blanco de la
profesión docente' solicitaba la existencia de un Consejo pedagógico del
Estado, encargado de asesorar sobre los currículos, su actualidad, la
comparación con lo que se hace en otros países, el resultado de su aplicación.
En Francia, existe el del Conséil Supérieur des Programmes. Ese consejo también
debería informar a la sociedad de sus estudios y conclusiones, para que esta
supiera a qué atenerse y tuviera confianza en quienes se ocupan de la educación
de su juventud.”
Uno de los comentarios al artículo:
"Una pequeña aportación personal por si
pudiera ser de interés. Vivo en China y trabajo con chinos. Todos licenciados
universitarios. Todos supuestamente bien formados. Todos con un nivel de
cultura general alarmantemente bajo. Todos con muy poca curiosidad por cuanto
les rodea. Atribuyo esas carencias a su sistema educativo. Dedican muchos años
de su educación, pero muchos, a aprender a leer y escribir. Se
necesita identificar y escribir correctamente al menos 3.000 caracteres
para poder leer un periódico. No se considera "culto" a quien no
domine al menos 10.000. Sucede, sin embargo, que cada vez que les pido que me
escriban algo en caracteres tienen que tomarse su tiempo para hacer memoria. A
veces, incluso, recurren al teléfono móvil. Y esto entronca con lo de la IA.
Los chinos urbanos se pasan seis horas al día de media ante las pantallas de
sus teléfono móviles y tablets, estadísticas recientemente publicadas. Cada vez
que escriben en ellas o hacen una búsqueda en internet, lo hacen en
pinyin, la transcripción fonética del chino mandarín a nuestro alfabeto, y
la máquina se encarga de traducirlo a caracteres por ellos. En consecuencia, y
a a fuerza de no escribir a mano, los caracteres so olvidan. ¿Un montón de años
desperdiciados? Efectivamente, dale tu número de teléfono móvil a un chino, con
sus once números, y no tendrás que repetirlo otra vez. Pídele que tome una
decisión laboral y espera sentado. Hasta que llega el jefe ahí no pasa nada.
Pero nada. Son eficientes y muy trabajadores, pero tienen la creatividad de una
chincheta. Hay muchos padres conscientes de ello, y por eso obligan a sus hijos
a estudiar piano, para desarrollar un espíritu humanista, digamos, pero la
mayoría de los chavales estudian piano a desgana, pues supone un trabajo extra
a sus extenuantes jornadas escolares. El sistema, además, fomenta una
competitividad salvaje que margina a los menos hábiles, o a los menos hábiles
para lo que exige el sistema. No sé si me explico. Un saludo. "





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